REPARTO |
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John P. Ryan, Sharon Farrell, Andrew Duggan, Guy Stockwell, James Dixon, Michael Ansara, Robert Emhardt, William Wellman Jr., Shamus Locke, Nancy Burnett, Patrick McAllister, Daniel Holzman, Diana Hale, Gerald York, Jerry Taft, Gwil Richards, W. Allen York. |
SINOPSIS |
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La película cuenta la historia de terror de un bebé deforme que, sin explicación alguna, ha nacido con instintos asesinos. El día de su nacimiento, escapa del hospital y los padres del niño empiezan a ser el centro de la atención pública. |
Cuando hablamos de filmes de los 40’s y 50’s tendemos a ser indulgentes en el juicio, pues tratándose de “películas viejitas” les disculpamos –entre otras cosas– lo rudimentario de los efectos especiales, lo inverosímil de algunas historias y la falta de rigor científico. Pues bien, esta cinta anda rozando los 50 años de haber sido filmada y poco podemos reprocharle (ni perdonarle) en esos rubros, sin que esto signifique que se trata de una obra a destacar por su calidad cinematográfica.
Cuarenta y siete años nos separan de su estreno y sin embargo, el tema abordado, la manera de enfocarlo y las preocupaciones exhibidas en el guion, la hacen que parezca mucho más actual. No me refiero a la manufactura, la cual evidentemente carece del vertiginoso ritmo, la crudeza sangrienta de las escenas y los infaltables CGI de las cintas en los tiempos presentes. Me refiero a que, desde el principio, se habla de los posibles efectos de la contaminación ambiental; de lo riesgoso que puede llegar a ser la industria farmacéutica sin controles debidos; el inescrupuloso proceder de ciertos investigadores científicos y, no menos actual, la inmoralidad de los medios de comunicación cuando de conseguir “la nota” se trata.
La película tiene cierto hándicap en el casting, pues el protagonista John P. Ryan es uno de los actores menos atractivos que hayan pisado un plató (ni siquiera es tan feo como para destacarse por ello), pero aquí nos demuestra que es mucho mejor actor de lo que en principio pudiéramos suponer. Los demás papeles, exceptuando quizá el de su esposa en pantalla, son cubiertos apenas con lo justo, sin que esto signifique mucho en una película de terror Clase B. La fotografía pareciera demasiado obscura, pero tiene sentido en función de la trama. Extrañamente, la musicalización queda a deber, no obstante que estuvo a cargo de Bernard Herrmann, que además de ser ganador de un Oscar, nos deleitó, asombró y asustó en 1960 con la partitura de la obra maestra de Hitchcock, Psycho.
Filme de culto por derecho propio, no es exactamente una película de terror, pero créanme que a mis 18 añitos me dio varios sustos de muerte. ¿Indulgencia para con la cinta? Pues sí, un poco. Pero mejor apreciemos las veladas denuncias que hace sobre polución, experimentaciones amorales y comportamientos francamente deleznables de medios, autoridades y gobiernos en contubernio.
La volví a ver hoy, y me sigue pareciendo digna de estar en mi colección personal. Un abrazo.